OPINIÓN | Tal cual | ÁNGEL VERDUGO | 15 de febrero, 2021 |
Cuba, Venezuela y Nicaragua —entre otros—, son prueba irrefutable de la llegada al poder de la ignorancia y el desprecio por el conocimiento y la experiencia, y por privilegiar la lealtad y sumisión al poderoso.
Hoy, para nadie es un secreto que una de las grandes limitaciones en no pocos gobiernos es, no otra que la limitadísima capacidad para prepararse adecuadamente y enfrentar, éste o aquel problema. Poco o nada importa si éste fuere considerado de extrema gravedad, o de una sencillez que su solución no requeriría de grandes esfuerzos. En estos casos, la falta de conocimientos especializados es la luz verde a los grandes desatinos y desastres en las finanzas públicas.
En todas las situaciones, trátese de diseñar políticas públicas para enfrentar los efectos de la pandemia o emprender obras de infraestructura, a la impreparación y consecuente falta de conocimientos especializados sigue, inevitablemente, la improvisación irresponsable y en algunos casos, casi criminal. Esto, en varios países de la Región ya a nadie sorprende, es la regla.
¿A qué se debe esta conducta en lo que se refiere a la administración de los recursos humanos, financieros y materiales o si lo prefiere, esta visión de la gobernación? ¿A la soberbia y desprecio del conocimiento especializado por parte del gobernante que reparte los puestos, o únicamente a la inexperiencia de los responsables designados para desempeñar ésta o aquella función?
La conducta anterior, como dije, frecuente en América Latina para no irnos a otras latitudes, ¿se debería a la idea descabellada —por llamarla de alguna manera—, que parte de la insensatez de pensar que la lealtad al gobernante y la fe ciega en la ideología bastarían, por encima de toda otra consideración, para desempeñarse responsable y eficientemente en el puesto asignado?
Países enteros, como consecuencia de esa visión distorsionada de la administración pública, han desaparecido; el caso de la hoy extinta URSS sería el mejor ejemplo de ello. También, Cuba, Venezuela y Nicaragua —entre otros—, son prueba irrefutable de la llegada al poder de la ignorancia y el desprecio por el conocimiento y la experiencia, y por privilegiar la lealtad y sumisión al poderoso y su ideología lo que, en casi todos los casos, es el recurso de lambiscones y abyectos para escalar posiciones desde las cuales, se enriquecen en poquísimo tiempo a la vez que gozan de la mayor impunidad.
Incuantificables son los daños causados por esta visión de la gobernación y la administración pública. Años de avances —por pequeños que hubieran sido—, habrían sido echados al basurero como consecuencia de decisiones absurdas de gobernantes ignorantes e iluminados. En este punto, ¿quién podría dejar de lado a los Castro, los Chávez y los Maduro, y a los Ortega y los Kirchner? ¿Acaso no merecerían también un espacio los Echeverría y los López Portillo, cuyos méritos en la destrucción económica están ahí para el que quisiere verlos?
Hoy, ¿quién podría ignorarlo?, el mundo enfrenta una coyuntura que corre el riesgo de volverse permanente; la pandemia y sus efectos son tales, que ni el más desequilibrado de los gobernantes se atrevería siquiera a minimizar. Aquellos se ven magnificados y causan estragos diversos en países donde, la demagogia y la impreparación e incapacidad de quien gobierna y sus funcionarios, son más que evidentes.
Sus decisiones y visión de la pandemia y sus efectos han llevado a la muerte y el contagio, a millones de sus gobernados. Es tal el daño causado a la población, que ni siquiera han sabido y podido asegurar el abasto de vacunas necesario y suficiente y, no se diga ya, menos preparar la logística para recibir, almacenar, distribuir y aplicar las vacunas que a la fecha han recibido de milagro.
Ante esta última situación, la cual se agrava cotidianamente como consecuencia de la impreparación, inexperiencia y soberbia del gobernante y sus funcionarios, ¿qué suerte le espera a ese país con ese gobernante? ¿Aguantará pasivamente la población, ver cómo cada día mueren miles y se contagian decenas de miles? ¿Qué reacción tendrán, ante el pésimo manejo en materia económica que ha causado la pérdida de millones de empleos y la quiebra de miles de empresas? ¿Es factible esperar resignación casi cristiana de quienes, además de haber perdido el sostén familiar, ven hoy en la orfandad a menores? ¿Aplaudirían por siempre al responsable?
Para evitar confusión alguna, va la aclaración obligada: si usted hubiese pensado que en estos últimos tres párrafos pensaba yo en lo que hoy enfrenta México, ¡habría acertado!
Con información de EXCELSIOR